Hola alcohol, te hablo como lo hace un
enamorado. Soy el más fiel de tus seguidores. El discípulo amado en la última
cena.
Por
ti todas mis tardes son diferentes y divertidas. Desde que destapo la primera
botella y le doy el trago se sueltan las amarras del día.
Soy
libre de cualquier sesgo en la sensibilidad.
Eres
el elemento ejemplar para sobrevivir al tedio. Al bajo limite de tolerancia al
empleo de sueldo constante y magro.
Cuando
estoy expuesto a las contrariedades del cristal de los años. E irme a buscar
nuevas oportunidades.
Soy
el más valiente de los resignados.
Aprestando
las armas institucionales para derruir la locura. Solo tú alcohol amortiguas el
ahogo de las deudas crecientes.
Viviendo
en algo que me alquilaron como departamento y no es más un cuarto pelón con letrina
dentro. En medio de un presunto barrio residencial. Rodeado de jubilados
facinerosos.
Sin
mujer ni cariños.
La
última se marchó después del escandalo a media noche. No recuerdo el motivo de
la discusión.
Debió
a ser el reproche a la poca solidaridad para seguirme pagando las cervezas. O
la poca efectividad sexual con ella a la hora de la cama.
Cualquiera
de los detalles no es suficiente como para abandonarme. Soy un ejemplo de lucidez, salvo al embotarse el
cerebro después de ocho o más litros de cerveza.
Es
probable le haya resultado enfadoso sortear mi reciente gusto por el sexo anal,
siempre ebrio.
Tal
vez.
Pero
tú, alcohol, mi mejor amigo, puedes quedar a dormir en el sillón, no en la
alacena.
Procura
no hacer ruido. La cabeza esta a punto de estallarme. Aun falta un par de horas
para concluir la madrugada.
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