Saturday, June 09, 2012




Me encanta su manera de caminar bien contoneado y apretadito. Con esos pantalones de mezclilla resaltando las formas.
Es todo espectáculo de pirotecnia emocional.
El vaivén de los pensamientos, como pájaros, volando a su nido.
Su cadencia de paso a lo largo del corredor, en la universidad, es como un gran concierto de rock.
Entre clase y clase, buscando el aula para la siguiente materia.
Gracias totales, parece decir, al detener la marcha.
La veo alejarse o pasar de lado. Apenas levantar la mirada.
Ven me pide.
Se talla las dedos. ¿huele? dice.
No necesito adivinar. Tiene los ojos rojos. La invito a desayunar.
Debes tener bastante hambre.
Un poco contesta. Estoy libre hasta la tarde.
Vamos a mi apartamento. Te cocinaré.
Subimos a mi auto.
No puedo evitar seguir el rastro de su sombra, ahora al lado, a lo largo del estacionamiento.
Quince minutos más tarde llegamos a mi fortaleza.
Se abre el portón automático.
Se cierra y yo destrabo la puerta.
Voy por ahí levantando el tiradero. Una de las desventajas de la independencia económica familiar.
Me pide el sanitario. La guio hasta la puerta.
Del refrigerador extraigo el cubo con pasta.
Se ha dado una ducha rápida.
Llega hasta la cocina en ropa interior, con su blusa y pantalón doblado.
Los coloca sobre la mesa. Se sienta. Escucho su piel rozar con el plástico del asiento.
¿vas a querer desayunar o nos vamos directos al postre? le digo
Sonríe.
Me toma de la mano. No requiero palabras para convencerla.
Camina como siempre.  Como si en la vagina habita el pene ecléctico y juguetón, pronto a ser devorado.
Con su paso ajustado y reducido, ella evita dejarlo salir.

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