Muy buena está la chava,
de la tornamesa, échamela para el tsuru.
Convéncela. Soy su
mejor alternativa. Mírala así, en bikini, tetas tan sabrosas, frescas como
limonada, culo promontorio inacabado subiendo y bajando del nirvana, pinchando
los discos en el reven.
A todo flow el
ambiente. En éxtasis, visual y auditivo.
La fiesta sigue.
Vamos de rol a la presa.
Subir al catamarán con todos los nuevos amigos. Beber clamatos y micheladas. Seguir
en el cotorreo. No solo el fin de semana. Toda la vida, de carnaval.
Somos un bandón.
Nos iremos sordeando
despacito. Como no quiera la cosa. Ven vamos. No hagas muchas preguntas. Solo sígueme.
La invitaré a cotorrearse
a la casa de campo. En la medianía de la sierra de Santiago. Cocinaremos pan de
caja hervido en mantequilla de mariguana. Expandir varios grados la conciencia
colectiva.
Lo comeremos con
nutella o mantequilla de maní, como lo prefiera, en la boca del jacuzzi. Nos desdoblaremos
hasta la estratosfera. Iremos a tocar las ventanas de los alebrijes.
Posibilitaremos
metamorfosearnos. De gusanos a mariposas. Alzaremos el vuelo.
Todas las palabras y
opiniones serán validas de nuevo. Como hermanos zanjado las diferencias
nacionalistas. Ya hemos limpiado el horizonte.
Vayamos a acicalar los
cuerpos en unión. Remojemos las caricias.
Por eso te digo, que
esa morra merece un brinco con el hijo de papá.
Échamela para el Tsuru.
La fiesta no termina nunca.
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